Allegra by Cecelia Ahern

Allegra by Cecelia Ahern

autor:Cecelia Ahern [Ahern, Cecelia]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-607-382-304-3
editor: Penguin Random House Grupo Editorial México
publicado: 2022-05-15T00:00:00+00:00


Dieciocho

Taller de pintura con modelo en vivo el martes por la noche. No estoy muy convencida de ir. Tal vez suena estúpido que a alguien pueda agradarle ir a sentarse desnudo frente a un montón de desconocidos que pagaron doce euros para capturarlo en una pintura, pero es posible. De hecho, creo que a uno puede emocionarle casi cualquier cosa. Y también dejar de emocionarle.

James, el estudiante con el que me acosté antes de la Pascua, vino de nuevo al taller. ¿O se llamaba Henry? Tiene cara de Henry. Está muy dispuesto, pero esta noche eso solo le interesa a él. No tengo ganas de tener sexo, lo cual es raro en mí. Estoy cansada. Papá llamó a las tres de la mañana para decirme que los ratones estaban esquivando las nuevas trampas que puso en el piano. Quitó las del “maldito Gerry” cuando se enteró de que lo había traicionado, que me había contado lo sucedido con Majella. Esta mañana le llamé a Posie, nuestra vecina, para informarme. Me dijo que papá no había salido de casa desde que me fui. No sé dónde consiguió las nuevas trampas. Además, ya debe haberse quedado sin comida. Posie dice que le llevará algunos víveres, y quedamos en que yo le haré una transferencia bancaria. Papá tiene dinero, por supuesto, o al menos eso creo, pero podría estarme ocultando algo más. Sin embargo, si dependiera de él, sé que no aceptaría la ayuda de nuestra vecina.

Posie es la persona que me cuidó cuando era bebé. Me aceptó desde que tenía cuatro semanas de nacida y papá empezó a trabajar. En su casa tenía una especie de guardería no autorizada, pero la descubrieron cuando se implementaron las nuevas leyes, así que tuvo que cerrar el servicio. Después de eso abrió un negocio de cuidado diurno para perros, por eso siempre huele a croquetas y pasto mojado. Ahora tengo que pedirle que cuide a papá. El mundo funciona de una manera graciosa. Bueno, no tan graciosa.

En fin, estoy en la Galería Monty, sentada, desvestida en la silla. Bueno, desnuda, como sea, el caso es que me quité la ropa. Tengo las tetas al aire, siento más frío que de costumbre. Mantengo las piernas juntas. Las puertas están cerradas y afuera colocaron el letrero de “No molestar”. No mencioné nada respecto a la temperatura, pero de repente Genevieve salió del salón y luego regresó con un pequeño calefactor que colocó frente a mí. Siento que el frío abandona mis huesos, y de repente alguien chasquea la lengua molesto. Tal vez cometió un error, o quizá llevaba toda la sesión trabajando en una piel casi azulada, en pezones erectos o en la textura de piel de gallina, y todo eso desapareció cuando entré en calor. Henry, o James, garabatea frenéticamente con carboncillo, la lengua le cuelga de la boca como perro sediento. No quiero pensar qué está dibujando, pero me parece adivinar que tiene que ver menos con lo que ve frente a sí, y más con lo que fantasea o recuerda.



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